Hay
convencionalismos que se perpetúan en personas amasándolas para luego de unos
minutos de levado tener a disposición al hombre-masa listo para entronizarse en
el horno de los estándares a un fuego siempre moderado. Pero, para regocijo
cristiano de la imagen y semejanza, hay bollos que escapan al canon. Los hay
defectuosos, muy líquidos, de textura inadecuada, simplemente distintos,
peculiares. No es casual que de estos bollos se puedan extraer geniales
deducciones, teorías, habladurías, visiones, sea cual fuere la cajita semántica
que mejor le plazca a la sintaxis excretora de nuestras lacerantes bocas
hablantes. Entonces comienza a emerger lava del volcánico bollo marginal que es
capaz de preguntarse quien puso a precalentar el horno o a que manos le debemos
nuestra ontología casera.
Danos el pan nuestro de cada día
Resulta
que cuando estos bollos defectuosos quieren husmear en la media reciben un
aplazo moral en el examen mayoritario de la sociedad vernácula o bien un contundente
“el horno no está para bollos”. Estos bollos no pasan la prueba de gluten según
la norma establecida por los legos del estereotipo. Los bollos defectuosos que
mencionaremos tienen a su favor la independencia intelectual. Pueden andar
solos pero también ser amistosos y sociales, no hay porque estigmatizarlos, su
marginalidad es intelectual y no social. Dice el bollo Fabián Casas “las personas luchan por su esclavitud… el
que siempre está representando un poder es un esclavo”. Seguramente no sea
casual que este bollo haya estudiado filosofía. Pero a no confundirse, no hay
que poseer facultades especiales ni estudios específicos: bendito el bollo Enrique Symns que escupe “ser
objetivo es ser una mierda absoluta, es lo mismo que ser realista, es pertenecer
a la orden del rey”. Otros bollos se mimetizan entre el colectivo
mediático: el bollo Andy Chango es capaz
de despacharse con un dictum tan certero como militante “Como puedo estar a favor o en contra de una sustancia; algo que no
emite opinión”. Es el estado de pregunta, la admiración por lo que nos
rodea, la desconfianza en el universal o simplemente la contemplación del
devenir de las placas que salen y entran del gran horno aquella motivación que
mueve a estos bollos sin escrúpulos rectores a sentar las bases de su
pensamiento.
Así
como los convencionalismos operan como una dictadura impuesta por el lenguaje y
la idiosincrasia del hombre que acumula y desecha según las reglas hegemónicas del
orden imperante; los bollos defectuosos guían sus rumbos sapienciales generalmente
poniendo la lupa en los resquicios, en las fronteras, donde ellos ven
proyectarse el reflejo de sus afinidades. Su mirada aporta un gran legado para
la panadería del mundo y sean o no escuchados, leídos o tenidos en cuenta, como
bollos concebidos están pululando allí donde el ojo crítico busque. A fin de
cuentas saben que un bollo defectuoso puede devenir en un pan duro que siempre sirve
para un exquisito budín de pan.
Linda nota de opinión cargada de entretenidas analogías!
ResponderEliminarCon que periodicidad se actualizará el blog?
Saludos!
periodicidad: según considere tenga algo para expresar o decir y esté conforme con el resultado final de lo excretado. ¿Te gustó la foto que viste el texto? jaa. ¡saludos!
Eliminar