martes, 4 de abril de 2017

OLAVARRIA LE TRAVALADNA



Estoy en un camping con amigos. Puedo afirmar que hay un trofeo invaluable que se esparce en la atmósfera: el valor de lo colectivo por sobre el "sálvese quien pueda" reinante de la individualidad expresada en un mundo donde los ricos son cada vez mas ricos y los pobres cada vez mas pobres. Unos cordobeses nos invitan a compartir el asado que improvisaron sobre una chapa encontrada en la calle: hay matambre y hasta huevos revueltos en una olla. Los vecinos de la derecha también nos hacen llegar sus sándwiches de vacío. Nosotros compartimos de igual manera fernet y flores como para acentuar lo atractivo ontológico envuelto tras las letras F (fútbol, filosofía, figuras femeninas, futuro, Freddie Mercury, Friedrich Nietzsche, Fabián Casas)

El análisis macro no puede virar sobre las particularidades (incorrección social, robos, sexo en las calles) porque sería caer en el mismo error en que se incurre al detenerse en los nombres propios por sobre los modelos o lineamientos generales. No faltarán los compadritos que alardeen no haber recibido un sándwich del vecino o quienes ya estén leyendo un relato K por la inclusión de la palabra modelo (destapemos la mamushka con: chori, relato, inclusión) No, hay que ser holistas acá. Como dice Martín Zariello existe la confusión semántica de que el marginado en realidad es marginal. Pero hay cosas que parecieran no tener lugar en el pensamiento colectivo sin que se interpongan los pensamientos procaces apoyados en las precipitaciones y los prejuicios (habría que repasar las reglas del discurso del método de Descartes) Decía William James: muchas personas creen que piensan cuando en realidad solo están reordenando sus prejuicios.

Lo escuché en una de esas charlas tipo TED que pululan en youtube, la frase era: "todo lo que compra el cerebro en la vida es para reducir los miedos" El tratamiento que le dieron al recital del Indio Solari en los medios (anagrama de miedos) desnudó turbaciones por doquier: opinólogos poco idóneos, oportunistas desfachatados, demagogos bobos, racistas disfrazados. El periodismo busca todo el tiempo tratar de responder. No deja lugar o no pareciera estar dentro de su interés el generar incertidumbre para que la gente pueda opinar según lo que le dicta la subjetividad. Al final, Macaya Marquez, que nunca terminaba de sentar postura clara frente al binomio fue o no fue penal, termina siendo una referencia en este punto. Importante destacar que tampoco hubo una pormenorizada investigación política de la cuestión (pudiendo desmenuzarse hechos desde el año 1997 cuando el intendente de turno de Olavarría suspende el show de los Redondos, pasando por un 2015 año electoral donde el Indio no toca, hasta la grieta interna que afecta al intendente Galli y que propicia que una de las partes pueda tejer estrategias mas fácilmente con el diario del lunes ¿Por que Télam publicó 7 muertos?)
No es este espacio el moralizador sobre lo acontecido en cuanto culpas y responsabilidades. Estoy buceando por otros mares (nunca me gustó mear en el agua)
Creo que el tiempo es circular y no lineal. Acá hay que ver como la figura elíptica nos deja retazos de boomerang: la poco afortunada coincidencia de un apellido, las fallas organizativas de un show de determinadas características, la costumbre de culpar siempre al otro. El común de la gente desnuda una decisión de apuntalar con el dedo y homogeneizar institucionalmente los pasos que una persona debería seguir en caso de qué. Los hombres todo lo hacemos con un fin, pero en el orden temporal la utilidad es una ficción que surge de una serie causal que nos antecede. Es decir creemos que tomamos vino para ahogar penas cuando primero hubo penas y luego tomamos el vino. Primero estuvo el show, luego el show business y nosotros consumimos todo el aparato mediático para tratar de entender. Si no hubiera habido muertos, la noticia vedette hubiera sido la cifra astronómica de concurrentes y las profecías acerca del numero de fanáticos de la próxima "misa" Y en la comparación hubiera estado el show de los Rolling Stones en Copacabana.

Para la gran mayoría el Indio es un fetiche. Para otros es un demiurgo o un dios. Para otros un poeta excelso. Para otros un millonario más. Para otros un gran chanta, un encantador de serpientes. En todo los casos siempre está presente la etiqueta del Senasa bien pegada a la carne. De todas formas este texto no habla sobre lavado de dinero, evasiones o responsabilidades. Demás esta decir que en todos estos temas somos todos muy hipócritas, quizás se exponga muy bien esto con el ejemplo del poco impacto que tuvo entre la gente el tema Panamá Papers. Quiero decir, por ahí está más allegada a la idiosincrasia de nuestro pueblo el evadir impuestos o hacer la vista gorda. Y mientras escribo me quedo pensando en lo triste que es estar aclarando tanto de qué va un escrito. Lo estoy atentando literariamente.

Seré pensamientos de Schopenhauer en palabras: El arte tiene un origen intuitivo. El artista no es consciente ni de la intención ni de la finalidad de su obra. Por eso condena las reflexiones y los conceptos en el arte. El Indio se jacta de ser el que menos entiende sobre el fenómeno que causa. En literatura, Saccomanno dijo en alguna entrevista: "El que menos sabe de sus libros es el escritor que los escribió"
Entiendo que la sincronicidad ande dando vueltas. Me gustaría que le pusiera los puntos a unos cuantos.

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